martes, 25 de febrero de 2014

SOMBRERO DE COPA (1935), de Mark Sandrich

Ahora que lo pienso, el tableteo de mi teclado me recuerda a algo pero no sé el qué. En fin, da igual, vamos a lo nuestro. Y es que es fácil transportarse a los más sofisticados mundos cuando el claqué es el motor que anima nuestros pasos. Una trama fácil, sencilla, sin complicaciones, un leve enredo, un par de secundarios muy eficaces y ya está. ¿Ya está? No, no, no. Hay que fabricar una Venecia de ensueño, toda blanca e imaginaria, pura fantasía para que las cosas sean un poco más melódicas. Ah, sí, se me olvidaba. Hay que meter a un par de bailarines que lo hagan bien. Y no solo que lo hagan bien, sino que sean elegantes. Vale, vale. Sí, uno es Fred Astaire y la otra es Ginger Rogers. Si hay una personificación de lo que es un traje de etiqueta en alas de la danza puede que estemos ante su perfecta encarnación. Aún reconociendo, venga, seamos sinceros, que cuando estos dos bailaban… ¿a quién se mira?
Mientras se piensan una respuesta que todo el mundo sabe, habría que destacar la forma de dirigir de Mark Sandrich, padre de Jay Sandrich, legendario director televisivo al que se debe la creación de aquella serie maravillosa que se llamaba Enredo. Planos de cuerpo entero, tomas largas, el montaje para luego y el estilo para ahora. El baile es la evolución de los cuerpos en el espacio y Sandrich sabía que esa evolución había que captarla con una cámara que también bailara con los protagonistas, de forma suave y, si es necesario, con algo de jazz en el objetivo. Lo demás, son solo florituras, estupideces de directores que no saben cómo imprimir dinamismo porque, sencillamente, no ha habido suficientes ensayos, porque es fácil hacer que una estrella de cine finja que baile pero no es tan sencillo captar a un bailarín que actúa porque hasta andando movía el cuerpo.

El caso es que, detrás de los protagonistas, están esos maravillosos cómicos como Edward Everett Horton o Helen Broderick, matrimonio basado en el matriarcado que arranca carcajadas con sus diálogos y sus personalidades. Y ese fondo en art decô, con sus suelos de baquelita y sus aguas teñidas, sus arenas para dormir y sus templetes bajo la lluvia…Lo tengo que confesar. Después de ver esta película, me he puesto a bailar. He intentado hacer un tap pero no es lo mío, así que me he puesto Isn´t a lovely day? Y he flotado por el salón. Al momento he escuchado unos golpes. No, no era una rubia de impresión diciendo que no podía dormir, era mi vecino de abajo gritando que dejara de hacer el idiota pero por unos momentos, más o menos lo que dura esta película, he creído que mis pies eran alados, como los de un Mercurio que realiza sus movimientos al son de una coreografía en levita. He creído también que mi sonrisa era una canción cantada con suavidad. Y también he contestado a la pregunta que hacía al principio de este artículo para reconocer que, salvo con Cyd Charisse, yo siempre he mirado a Fred Astaire porque era imposible apartar la vista ante tal derroche de clase. Cosas de la etiqueta.

3 comentarios:

dexterzgz dijo...

Llevo el "Check to check" "under my sking". "Sombrero de copa" es la película que sustituía en la cartelera del cine Jewell de New Jersey a "La rosa púrpura del Cairo" así que es un poco una metáfora de que el cine nunca dejará de hacernos soñar. Ayss que me emociono.

No recuerdo mucho de la película, pero recuerdo el "Check to check", no sé si con eso basta.

Espero que salga un buen conversacines y que Fred y Ginger bajen de la pantalla y bailen con los que vayan a ver la peli a la torre de la radio.

Abrazos "in heaven"

CARPET_WALLY dijo...

A mi Fred Astaire me recuera a mi padre. No, mi padre no tenía la elegancia, ni el porte, ni bailaba (eso no es bailar es deslizarse sobre nubes invisibles) como él aunque mi padre se movía con cierta gracia.
Mi padre alucinaba con Fred y así me lo transmitió, en aquellos ciclos de TVE (cuando no era la uno, sino la única) presentados por el gran Alfonso Sanchez dedicaron uno a Fred Astaire: "Volando a Rio", "Ritmo loco", "Amanda", "La legre divorciada", por supuesto "Sombrero de copa" y llegado un día que yo me porté muy mal, me castigaron sin poder ver "Papá piernaslargas", no recuerdo el mal que hice (seguro que merecí el castigo), pero recuerdo lo que lloré porque no podía ver a quien ya era mi ídolo y a quien yo quería emular...

Efectivamente el "Cheek to cheek" que menciona Dex vale por toda una película (aun de vez en cuando lo busco en youtube y me deshago disfrutandolo), recordemos el Oscar honorífico a Donen y su clakeado cantando esta canción.

No he conseguido emular a Astaire, aunque no soy mal bailarín, pero uno no puede conseguir llegar a ciertos niveles de elegancia salvo que pacte con el diablo...si acaso puede intentar conquistar a una mujer con cara de angel en París.

Abrazos con "my heart beats so that i can hardly speak"

César Bardés dijo...

No solo hace que nunca dejemos de soñar, sino que además nos deja la certeza de que algunos humanos son como ángeles. Ya lo decía el protagonista de "La milla verde" al ver esta película: "Son como ángeles", dándonos, de paso, una de las claves de la película.
Yo espero que en el programa estén Fred y Ginger todo el rato con nosotros, abrazándose y a punto de dar los primeros pasos de algún baile que nos deje boquiabiertos, vamos a ver si lo conseguimos.
En cuanto a lo que comentas de cómo descubriste a Fred, Carpet, es un calco a cómo lo descubrí yo. También fue en un ciclo de la uno, que comenzó con "La alegre divorciada" y terminó con la muy melodramática "La historia de Irene Castle". Por supuesto, entre medios estuvieron "Ritmo loco", "En alas de la danza", "Sigamos la flota" e, incluso, "Vuelve a mí" con ese baile en el ensayo que me dejó boquiabierto (esta vez, sí). "Papá piernas largas" vino más tarde, al igual que "Melodías de Broadway" o "Una cara con ángel". Creo que, de hecho, el último en caer fue "La bella de Moscú" y ahí caí irremediablemente enamorado de Cyd Charisse aunque ya lo estaba yo viendo venir desde "Cantando bajo la lluvia" o la propia "Melodías de Broadway".
Pues fíjate que el "Cheek to cheek", maravillosa melodía de Irving Berlin (como decía Otto Preminger en "Traidor en el infierno": "Ustedes los amerrricanos lo copian todo. Incluso crrreo que tienen a un compositorrr que ha cogido el nombre a nuestra capital".) siendo una canción que me encanta y que tengo en casa en una versión de quitarse el sombrero de Louis Armstrong y Ella Fitzgerald, no es el número que más me llama la atención de la película. Yo soy más partidario del espectáculo que esos bailes que siempre me han parecido ligeramente melosos. Yo soy más del Fred, Fred, que hace un festival con sus piernas y resulta que nos dice que el hombre también tiene alas.
Yo tampoco he conseguido emular a Fred, a pesar de que he bailado en público y, los más viejos del lugar, dicen que no lo hago mal del todo. Pero esa elegancia se me escapa. Yo, en todo caso, lo único que puedo intentar es derretir el hielo de una mujer rusa...quizá también en París, al ritmo de un "roll and rock" o de un "red blues".
Abrazos con "that I seem to find the happiness I seek".