martes, 15 de julio de 2014

VIDA DE OHARU, MUJER GALANTE (1952), de Kenji Mizoguchi

Dulce Oharu, la vida no se portó demasiado bien contigo, no fue amable, ni un camino de rosas, ni siquiera un respiro en un bosque de bambú. La vida fue tu tirano, se obstinó en ahogar todos tus sentimientos y hacer de ti algo muy parecido a un animal y, sin embargo, tú permaneciste mujer, quisiste seguir siendo mujer. Aún haciendo los trabajos más humillantes, sufriendo el desprecio más hiriente…seguías siendo mujer. Y te sentaste delante de un auditorio lleno de cerámicas para contar tu vida y que se rieran una vez más de la desgracia ajena. Oharu, dulce Oharu, descansa tus pies y tus huesos, la vida no es más que una alcahueta que siempre favorece a los más poderosos.
Dulce Oharu de sonrisa de crisantemo y modales llenos de elegancia, tú sabes lo que es sufrir pero también saber lo que es sentir. Tu tesoro en este destino lleno de maldad ha sido precisamente ése, has sentido cosas que los demás ni siquiera han llegado a intuir. Has amado con todas tus fuerzas, te has entregado a todo lo que has hecho con una resistencia propia de mujer, has sido tan bella que ningún hombre quería amarte, solo poseerte, has penado y pedido limosna, has cantado al aire con la voz quebrada y los dedos entumecidos, has creído ver la felicidad allí, al fondo del tatami. Oharu, dulce Oharu, eres tan mujer que los escalofríos recorren mis dedos y el amor invade las líneas que dejo atrás. No desfallezcas nunca porque solo con existir haces que todos los demás seamos un poco más valientes.
Dulce Oharu, el cielo te observa mientras tu sigues de hoyo en hoyo, cada vez con menos fuerzas. El sueño de cualquier hombre sería dormir a tu lado sintiendo tu calor, sabiéndose cuidado por ti, acunado por tu mirada, acomodado en tu voz. Y, sin embargo, el barro se empeña en acumularse a tus pies y lo peor de los hombres sale a relucir intentando conseguir que no se cuente tu hermosura, tu gracia, tu increíble superioridad sobre el resto de las mujeres. Escondes tu rostro con discreción aunque las arrugas se hayan quedado en tu piel y la pena esté instalada en tu corazón. Y todos los que te acompañamos sabemos que tu piel es única, es tan valiosa que es oro en carne y que tu corazón es tan grande que rogamos por tener cabida en él. Oharu, dulce Oharu, quien te conoce ya no se sentirá solo porque tú eres la que enseñas, de verdad, dónde está la verdadera soledad.

Dulce Oharu, naciste de la imaginación de Kenji Mizoguchi que te paseó de un lado a otro para demostrar la auténtica valía de una mujer que pudo parecer corriente pero que fue emperatriz de humanidad y de cariño. Ella lo tuvo a raudales y nunca dejaron que lo demostrase en toda su plenitud. Eso hace pensar que, tal vez, un director con fama de tirano como Mizoguchi no fuera tan malo y tuviera un alma grande, capaz de contar con valentía las miserias de un país que siempre ha optado por el fracaso de quienes realmente lo hacen grande.

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