miércoles, 21 de octubre de 2015

EL EJÉRCITO DE LAS SOMBRAS (1969), de Jean-Pierre Melville

Ser un miembro activo de la Resistencia Francesa no tuvo nada de heroico. No tuvo nada de épico torturar a alguien para que dijera quién había traicionado a aquella célula. No fue una hazaña poner una bomba para mandar a algún oficial de las SS al Valhalla. No fue una proeza poner en marcha un plan para rescatar a alguien a sabiendas de que saldría en un estado tan penoso que hubiese preferido estar muerto. Estar en la Resistencia Francesa fue un ejercicio de dolor intenso, de sufrimiento prolongado en el que la bota nazi podía aparecer en cualquier momento. En el fondo, todo era un malabarismo en soledad que podía escaparse al menor descuido. Los disfraces, los escondites…caer prisionero y que te obliguen a correr para que te disparen por la espalda. Lo único realmente heroico de todo aquello fue negarse a correr.
Quizá el sentimiento de patria sea algo tan exclusivamente francés que llegue a ser una obsesión. Escaparse en medio de un cuartel general a golpe de imaginación espontánea es una locura, pero una locura necesaria. Tal vez ese ejército que planeaba y ejecutaba desde las sombras estuviese detrás de un buen puñado de gente normal, que iba a trabajar todos los días, que tenía que mantener todas sus actividades en secreto porque cualquier fuga de información no solo le arrastraba a él, sino a todos los que compartían con él ese sufrimiento tan humano y, a la vez, tan despiadado. No, estar en la Resistencia Francesa no ha sido nunca como lo han pintado en las películas. Solo Jean Pierre Melville se ocupó de decir claramente la verdad. Y la verdad, como cualquier tipo de resistencia, duele.

Lino Ventura fue Philippe Gerbier, un ingeniero que decide pasar a la acción porque, más allá de las ideas políticas, cree que el ejército nazi no está solo para invadir y ganar una guerra sino también para desmoralizar, para torturar, para someter implacablemente a todo el pueblo y eso, no importa desde qué punto de vista se puede mirar, es injusto. Tiene dos camaradas, uno impulsivo, decidido, que cree en el heroísmo de la empresa y que los hechos se encargan de desmentir. Se llama Jean François y está interpretado por Jean Pierre Cassel. El otro es Luc, asentado hombre de negocios, enfermo, que ha hecho instalar una cabina de madera en su salón para estar a salvo de cualquier escucha porque es el enlace más importante con las fuerzas aliadas en Londres, qué gran actor Paul Meurisse. Al lado de Philippe, una mujer que planifica con absoluta convicción e inteligencia, verdadero cerebro de las operaciones de la célula resistente, Mathilde, con el rostro de la maravillosa Simone Signoret. Y a pesar de que Lino Ventura y el director de la película Jean Pierre Melville se retiraron la palabra y solo se la dirigían a través de los asistentes…uno tiene la impresión de que hay una enorme mirada de humanidad hacia una historia que derrocha crueldad pero también sentido común. En ese ejército de las sombras, que se movía y actuaba para liberar a la nación del opresor extranjero también estaban Joseph Kessel, autor de la novela en la que se basa la película, y Jean Pierre Melville. Y todo eso se nota con sinceridad, con crudeza, con honestidad, con París como trampa mortal para todo aquel que osase hacer frente a la más impresionante maquinaria de guerra del siglo XX.

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