martes, 22 de diciembre de 2015

EL SILENCIO DE LOS CORDEROS (1991), de Jonathan Demme

“Quid pro quo, Clarice”. Yo te daré pistas sobre ese asesino que todo el mundo busca y tú me darás pistas sobre ti y sobre cuándo dejaron de gritar los corderos. No es porque quiera hacerme unos pastelitos de carne con tu yugular, sino porque me gustaría tener tu carne moviéndose entre mis manos creando una obra maestra de lujuria y pasión. Lo demás es un juego de niños en el que yo no voy a participar pero todo el que se atreva a mirar va a tener que sobresaltarse porque no se podrán quitar la sensación de encima de que voy a llenarme la boca con tu sangre y la mirada con tu sufrimiento. Igual que aquel tipo del censo…
Las débiles tretas de quien quiere hacerme objeto de estudio no son más que pequeñas molestias que tendré que afrontar con tanta diligencia como voluntad. El Belvedere visto desde el Duomo florentino, Clarice. La belleza hay que buscarla incluso en el fondo de un hígado humano recién hecho. ¿Quién sabe? Lo mismo hasta nos hacemos amigos con nuestro trato detectivesco ¿verdad?
Trucos para que el anzuelo se hinque en la carne de la fiera…ofertas ilusas porque quieren que yo les conduzca hasta el tipo que desolla mujeres. Un principiante que apenas puede esconder su problema de identidad sexual ¿verdad, Clarice? Queréis cazarlo pero solo deseáis mi teoría. Despreciáis mi habilidad. Y el estúpido doctor Chilton, con su arrogancia ingenua, se cree que a mí se me puede engañar. Clarice, Clarice…no hay nada que me pueda retener en esta celda de cristal mientras me dejéis un agujero por el que colarme. No hay nada que pueda detener la matanza de dos policías ineptos que bajan la guardia temerariamente cuando me traen el maldito pollo de cafetería y un par de patatas fritas. Haré pellejo con ellos mientras, dentro de mí, mantengo calmado al hombre civilizado. Es todo lo que hay que saber de mí.
“Quid pro quo, Clarice”. En mis miradas hacia ti no solo hay una penetración feroz sino también un deseo que ahogo convenientemente en el enorme palacio de mi pensamiento. Tú has sido mi ventana. Tú has sido mi inspiración. Lástima que tengas que ver el peor lado de este tu humilde servidor. Humilde porque solo como humanos de vez en cuando. Servidor porque me hallo siempre a tus pies aunque juego con tu mente, con tu equilibrio y con tu bravura. Algo que te sobra, Clarice. Recuerda: el miedo suele ser un aliado poderoso.
Y ahora, si me lo permites, voy a dejar de escribir todas estas elucubraciones tontas sobre los dos. Es tiempo de dejar de mirar el papel en blanco y hacer unas pocas lonchas de jamón humano con este crítico que suele ocupar estas páginas. En el fondo, el mundo me tiene que estar agradecido porque ya no habrá que aguantar muchas más mediocridades. Él está aquí, tumbado a mis pies y sin sentido. Tengo que preparar un poco de sofrito para que su carne no esté tan contaminada de sandeces. Te dejo, Clarice, un amigo de letras me espera para cenar…


2 comentarios:

CARPET_WALLY dijo...

Jajaja...no lo leí ayer, pero es un post estupendo, te has metido bien en el Dcotor Lecter ¿o debería decir que ha sido él quien te ha fagocitado?

La verdad es que hay ´muchas películas que se construyen o se elevan por encima de la media a caballo de un gran personaje, a veces lo mejor es tener al mejor malo. Tener a un tipo que asuste, que realmente de miedo aunque no sea en una peli de terror propiamente dicha no es fácil. En ocasiones la construcción del personaje es suficiente y da igual el actor, en otras es el actor el que encarna tan bien el mal que logra trascender al mero desarrollo de la historia. Entre los primeros tendríamos a un tal Darth Vader, entre los segundos obviamente Hopkins es el ejemplo perfecto. Hay alguno más, Bardem-Chigurgh o Widmark-Tommy Udo. Viene al pelo esta película que nos hace reflexiónar sobre lo que el malo de una peli puede aportar de más a la historia.

Y Demme aunque tenga más de un tropezón en carrera (la revisión de "Charada" es paar mandarle a la carcel) es un tipo que acierta muchas veces y aquí envuelve el ambiente de los encuentros de Calridge y Hannibal de un halo malsano que realmente se traslada al espectador que se queda enganchado en el juego y teme y desea a la vez que haya una nueva entrevista, pasarlo mal y gozar sádicamente con el mal rato. De hecho, los momentos teóricamente más terroríficos con Bufalo Bill y su secuestrada son momentos de descanso y relajación...a esos límites nos lleva Lecter que aun da más miedo cuando le quitan la máscara...no como otros.

Abrazos ffftttitittts (soy un as escribiendo sonidos)

César Bardés dijo...

Querido Carpet:
El crítico al que te diriges ya ha sido convertido en un exquisito soufflé de carne con finas hierbas. Evidentemente deduzco que te gusta pasar miedo en el cine y que el silencio de los corderos te produce algo incluso peor como es la inquietud. Hay que decir que el tal Anthony Hopkins lo hizo estupendamente, con esas actitudes de serpiente que tan bien me definen. Sinceramente, será indeleblemente recordado por este papel, tan fácil soy de llevar a la pantalla.
En cuanto a Demme...un mediocre con el que hace tiempo que estoy intentando tener una cita, no hizo mucho más que desentonar cuando lo tenía todo al alcance de la mano. Podría haber sido un director para la historia y acabará siendo un director para el estómago. Tengo una pista de dónde se puede encontrar pero ya sabes cómo son estas cosas: muchas veces quedas para cenar con alguien y, groseramente, te dan plantón.
Tengo que volver a ponerme la máscara, Carpet. Tal vez sea el momento de aterrorizar a unos cuantos jovencitos que creen que el niño que me ha interpretado en una serie de televisión tiene más atractivo que yo. Obviamente, no han estado en esta celda de cristal a solas conmigo.
Abrazos con botella de Chianti preparada.