martes, 6 de septiembre de 2016

FUGA SIN FIN (1971), de Richard Fleischer

Cuando se han hecho demasiados kilómetros solo se quiere saber si las ruedas pueden aguantar un poco más. El momento ya ha pasado, las pistolas ya no brillan tanto, las honestidades en el cargador están vacías. Quizá solo haya ocasión de probar un último coche, de hacer un último viaje, de conocer a una última mujer, de saborear, una vez más, una última traición. No será un viaje de ida, solo será de vuelta pero tal vez merezca la pena solamente para probarse a sí mismo que se está vivo. Solo eso cuenta cuando el amor murió, la esperanza se rompió, el pasado se quedó y ya no hubo más planes, ya no hubo más ilusiones.
Así que no hay nada mejor que planear una fuga sin fin con uno de esos gregarios de tres al cuarto que solo sabe disparar y que el cerebro solo lo utiliza para sostener una ridícula peluca. En la maleta, una chica que es más lista, más fría, más calculadora. Por detrás, una estela de polvo español que se deshace con la velocidad, sin más huellas que una aventura que cae como los años. La fría arena recibirá toda la sangre que nunca cayó mientras los sueños se desvanecen como olas en la orilla, como besos fugaces que no llevaron a ninguna parte, como una caricia que se va sin huella. Puede que el final de una fuga que jamás termina tenga que ser ése, con todo perdido, con la derrota total. Mientras tanto, entre curva y curva, seguiremos soñando…eso probará que estamos vivos.
Richard Fleischer dirigió con oficio una última mirada a los gángsters míticos que deciden hacer un trabajo más. Entró en sustitución de John Huston que no conseguía entenderse con el protagonista George C. Scott a pesar de que era la tercera vez que trabajaban juntos. No podía ser de otra manera cuando las sobaqueras aún eran de cuero y los caracteres empapados de whisky y humo se crispaban con facilidad. España y Portugal son los escenarios para meter la marcha más larga y dejar que el motor vaya a plena potencia. Paisajes desérticos, atraso, simplezas casi insultantes…ése es el lugar ideal para la jubilación de antiguos conductores que intervinieron en atracos y persecuciones, en decepciones y juergas, en días sin mañana cuando el mañana llega. Cada una de las arrugas del que conduce habla por sí sola, como bocas clamando por una oportunidad más, diciendo que el tiempo solo pasa para los jóvenes. Al fin y al cabo, el reloj se paró para los más veteranos y ya no avanza más. Solo la carretera es el siguiente paso y es la hora de demostrar que los más antiguos son los que saben. El resto es pura fachada para unos advenedizos que solo entienden el lenguaje de la sangre.

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