miércoles, 5 de octubre de 2016

LA CENA DE LOS COBARDES (1964), de Christian-Jaque

Francia metida en una habitación. Todos amigos, todos deseosos de compartir lo que el mercado negro y la cartilla de racionamiento les ha permitido en una maravillosa cena de paté, tostadas, medias de seda y chanzas. Sin embargo, un par de oficiales nazis son asesinados en el mismo portal y el encargado de la investigación exige que dos de ellos sean entregados para llevárselos como rehenes. Ahí es donde se destapa al verdadero ser humano. Ahí es donde ya no hay tanta delectación en el paté y en las medias de seda. Todos quieren escapar por la puerta de atrás, quieren ser sombras y que la culpa la cargue otro. Quieren dejar de ser Francia para convertirse en ratas asustadizas.
Víctor (Claude Nicot) es el dueño de la casa y puede decirse que ha tenido suerte. Tiene una librería en el piso de abajo y, de vez en cuando, encarga algún libro para los ocupantes. La vida, dentro de lo que cabe en tiempos de invasión, no ha ido demasiado mal. Tiene una mujer guapa y eso ayuda. También tiene una fantasía desbordante y ha ido presumiendo de que ayudaba a la inteligencia británica y que ahora tiene a un judío escondido en el sótano. Como si eso fuera verdad.
Sophie (France Anglade) es la mujer de Víctor. Es guapa, coqueta, le gusta que la agasajen y le digan lo atractiva que es. No tiene demasiado dentro de la cabeza. Ha tenido suerte en su matrimonio porque Víctor ha podido darle una vida ciertamente cómoda, sin grandes sobresaltos y también sin grandes compromisos. Se une a los demás cuando se ríen de su marido. Él no ha hecho nada por la libertad. Ni siquiera ha ayudado nunca a un judío.
Françoise (Antonella Lualdi) es una mujer fuerte, que ha tenido que luchar mucho para salir adelante y por eso ha fortalecido su carácter. No permite que nadie la maneje. Hay ira dentro de ello aunque también hay inmensas dosis de cariño. Sabe que el amor siempre está combatiendo y, por eso, lo busca un tanto desesperadamente. Es la voz de la razón porque ella prefiere hacer frente a todo cuanto venga. No como el cobarde de Víctor, que presume de tener judíos escondidos en el sótano.
El doctor (Adolfo Marsillach) es un gourmet y un buen amigo. Atiende a todos cuanto puede y está dispuesto a ayudarles. Sin embargo, si hay que salir por patas, lo mejor es hacerlo por la ventana de atrás aún a riesgo de que le metan un tiro por la cabeza. Ya se apañarán. Y además él es médico simpatizante con el Régimen de Vichy, no pueden matarle, ya se sabe. Es esencial. O eso dicen los de la cruz gamada.
Francis (Francis Blanche) es el que siempre sobrevivirá esté quien esté manejando los hilos. Es un comerciante que suministra a los nazis todo tipo de víveres y mercancías, y si algo se queda por el camino, pues qué se le va a hacer. Los nazis son unos caballeros muy educados y nunca se han interpuesto en sus negocios. Son hombres de ley y seguro que tirando de sus influencias se puede salir del apuro.
Jean-Louis (Dominique Paturel) es ciego y es el que más ha sufrido. Se fue al frente a combatir a los nazis y perdió la vista por una granada que le quiso demasiado. Pero eso, tal vez, hace que tenga un pensamiento mucho más centrado y además…no tiene miedo a la muerte porque ya ha muerto alguna vez. Lo único es que, de vez en cuando, es posible que se aproveche de su ceguera…pero esa es otra historia.
Claude (Claude Rich) es un profesor universitario de Filosofía que no deja de sonreír incluso cuando la situación es extremadamente incómoda. Incluso en un momento de inevitable oportunismo desafía al oficial a descubrir quién es el autor de una frase latina. Curioso personaje. Se ríe de todos y de todo pero, en el fondo, se toma todo muy en serio. Tanto es así que su sentido del humor no se tuerce ni un solo instante.

Siéntense, señores, y a cenar. Partan un poquito de pan francés y disfruten del paté que ha traído Francis. Puede que sea la última cena que tomen porque los nazis no se lo piensan dos veces antes de fusilar a los rehenes. Es lo que tiene una cena…puede ser indigesta.

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