miércoles, 19 de julio de 2017

EL HOMBRE DEL CORAZÓN DE HIERRO (2017), de Cédric Jiménez

No se puede pensar cuando la bota que te oprime es tan fuerte y tan sólida que es imposible de derribar. La sangre corre por las calles con una crueldad inusitada y todo reside en la política de represión de un solo hombre. Heydrich era el cerebro de Himmler y decidió acabar con todos los puntos de resistencia en Checoslovaquia para que nadie pudiese levantar un dedo contra el Reich alemán. En su mente fría y calculadora también se formó la solución final de los seis millones de muertos judíos. Ese hombre debía morir.
Y todo comienza porque Heydrich era un maldito inadaptado que resulta expulsado con deshonor de la Marina de guerra alemana. Su pérdida de rumbo encontró su tierra prometida en la cruz gamada y en la organización de los servicios de inteligencia del Partido Nacionalsocialista. Su mirada, fría como el hielo, alcanzó todos los ámbitos. Incluso el de su misma vida privada. Mientras tanto, al otro lado de la calle, un par de patriotas checos recibieron la misión de acabar con su vida para demostrar que los nazis no eran invencibles en los países ocupados. Era como si el miedo fuera desterrado porque no tenía nada que hacer entre esos contendientes.
Todo fue estudiado al milímetro. Una encerrona calculada para que el Protector de Bohemia y Moravia no pudiese salir vivo de su coche con chófer. Era el momento de que la muerte comenzase a dar órdenes y se llevase a todos con sufrimiento. Era el precio de tan alta osadía. Y, sin embargo, había algo en aquellos hombres. Algo así como el arrojo desmesurado, la valentía total, la certeza de que iban a morir ocurriese lo que ocurriese.
Basándose en la magistral novela de Laurent Binet Hhhh, Cédric Jiménez ha conseguido frustrar muchas de las expectativas que había sobre ella. Con una dirección inútil, a base de cámara al hombro, y movimientos estúpidos que pretenden colocar al espectador en la inmediatez del momento histórico, hay espacios en blanco en la narración, se prescinde del apasionante juego metaliterario que propone Binet en su novela con un guión plano y nada arriesgado que falla notablemente en su estructura y que, además, lo coloca en el desequilibrio flagrante. Hay un buen trabajo de Jason Clarke, que consigue traspasar la pantalla con esa mirada gélida, fanática, cruel sin pensar en ninguna consecuencia y que se lleva la mejor parte de la historia. Por otro lado, la trama conspirativa, con un voluntarioso Jack O´Connell, resulta floja, con algún que otro vacío incomprensible, sin épica, pero tratando de que haya mucha lírica que no está del todo ajustada. Todo confluye en una lastimosa sensación de que la película no funciona en su conjunto, lastrada por una dirección totalmente equivocada y por la evidente falta de talento.

Quedémonos con el heroísmo de esos tipos a los que no les importó poner en riesgo su vida con tal de asestar un golpe de efecto vital al nazismo. Al fin y al cabo, si un hombre posee un corazón de hierro es mucho mejor arrancárselo porque acaba por ser un órgano inútil. Lo único que hace falta es una fuerza de voluntad a prueba de bombas, de disparos, de torturas y de sueños rotos. Algo que le falta al director de esta película.

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