miércoles, 12 de julio de 2017

POR EL VALLE DE LAS SOMBRAS (1944), de Cecil B. de Mille

Las bombas caen mientras las heridas están cerrándose en un hospital de Java. Allí, al frente de todo, está el doctor Corydon Wassell, un hombre que se pasó la vida huyendo. Primero en Arkansas, donde ejercía como médico rural, por culpa de los cerdos. Después en China, donde trataba de investigar las propiedades curativas de un caracol de cola bífida, por culpa de una chica. Ahora tiene la oportunidad de huir, de coger un barco y salir de la ratonera en la que se ha convertido la isla ante la invasión de los japoneses y no lo va a hacer. No va a abandonar a los chicos heridos que no pueden andar. Se lo debe a sí mismo y quiere despejar, de una vez por todas, las dudas que se han cernido sobre él. Quiere curar. Desea curar. Y si tiene que sacrificarse escondiéndose en la isla o transportando a todos en medio de un convoy británico, lo hará sin pestañear. No, no es valiente. Es solo un médico.
Por el valle de las sombras, el doctor Wassell administra fármacos a sus muchachos incluyendo alguna dosis de optimismo, de esperanza y, por supuesto, de profesionalidad. Hace lo imposible para que esos chicos tengan una oportunidad de abandonar la isla de Java y curarse de sus heridas en casa, pero las retiradas son crueles, y no faltarán los héroes sin nombre que se quedarán por el camino tratando de luchar por la supervivencia. La perseverancia del doctor Wassell resulta un ejemplo en la hora de la derrota porque, incluso en los amargos días, puede haber alguien que gane. Se nota entre sus pacientes porque comienzan a mirarle con cariño, con ese aura entrañable que solo emanan los hombres que son verdaderamente grandes aunque la vida se ha empeñado en hacerlos pequeños. Quizá, lo que une de forma genuina al doctor Wassell con sus convalecientes marineros es que él, de alguna manera, también está herido, pero hará lo imposible por volverse a levantar.

Esta película puede que sea la mejor y también una de las más desconocidas de Cecil B. de Mille. Lejos de la espectacularidad que rodeó sus fantasías de proporciones bíblicas, de Mille articula una película de aventuras basándose en la historia verídica del doctor Wassell, comandante médico destacado en la isla de Java en el momento de la ocupación japonesa. Para ello contó con Gary Cooper en un papel en el que, se podría decir, se halla abrumadora y sorpresivamente cómodo. Más relajado que de costumbre, el actor nos traspasa eficazmente la humanidad que emana del personaje, capaz de derramar su sangre con tal de que la de los demás no se vierta y siempre bordeando la frontera del buen humor en medio del caos bélico que amenaza a toda la isla. Un gran trabajo de ambos que se convierte en una odisea envuelta en vendas y cloroformo, trepidante en algunos momentos, sencilla e íntima en otros pero siempre en el delicado equilibrio de unas muletas que ayudan a transportar los sueños de un puñado de hombres rebosantes de valor.

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