martes, 21 de noviembre de 2017

EL PLANETA DE LOS SIMIOS (1968), de Franklin J. Schaffner

Si queréis escuchar lo que hablamos en "La gran evasión" de Radiópolis Sevilla alrededor de "El viento y el león", de John Milius, podéis hacerlo aquí.

El hombre ya no es un hombre. Es un mero esclavo sin cerebro, obediente, sumiso. Tal vez haya un día en que el hombre se levante y, por primera vez, diga “no”. Es la lógica evolutiva. Incluso es posible que venga de otro planeta. Lo que sí está claro es que es inconcebible que un hombre llegue a hablar. Son bestias sin alma, sin razón. Son destructores vocacionales de todo lo que puede ser creado. Y su ejemplo debe servirnos como ejemplo a los simios. Para no cometer los mismos errores que ellos se han empeñado en repetir con insistencia. No supieron utilizar el conocimiento. Su natural ambición ha terminado por ser su natural perdición. No merecen mucho más que el látigo, la opresión y la bajeza de su propia especie. Es la hora de los simios. Sencillamente porque, un día, un simio se levantó y dijo “no”.
Y ya está aquí. Ya tenemos al hombre que habla y que se empeña, como siempre, en tener razón. Todo lo que no está en la órbita de su pensamiento resulta ajeno para él. Como el hecho de que un mono sepa escribir. No cabe en su cabeza. Es tan limitado que no puede llegar al significado último de la evolución por mucho que crea que se halla en un planeta ajeno. Quiere ir a la zona prohibida y ahí queda confirmado que realmente no sabe lo que hace. Se mueve por instinto y por rabia. Se mueve por venganza y superioridad. Los hombres superiores al mono. ¡Qué estupidez! Todo el mundo sabe que es al contrario. Los simios somos superiores al hombre. Sabemos enjuiciarlos. Sabemos lo que pretenden. Sabemos lo que deben tener. Ellos, por no saber, no saben ni hablar. El hecho de que un solo hombre hable no quiere decir nada. Puede ser una aberración de la Naturaleza o, incluso, un error premeditado. La Naturaleza es sabia y puede que quiera ponernos a prueba. Tal vez anhele una evidencia definitiva de nuestra superioridad sobre todas las demás criaturas. Debemos ser cautelosos. Debemos acudir a los más viejos para que nos instruyan. Y sobre todo, no debemos dejarnos engañar por la sucia boca de ese humano que habla, que grita, que se rebela y que dice una y otra vez que somos bestias. Él es la bestia. Él es el peligro.

Tendrá que descubrir por sí solo cuál es la orilla de la desolación. Su desnudez delata su incapacidad. Es vulnerable y susceptible de ser humillado. Quizá, mientras escribo esto, me doy cuenta de que no es tan diferente a nosotros, los simios. Nosotros también tenemos áreas del conocimiento que nos están vedadas y por eso vigilamos a nuestros científicos. También somos vulnerables y, desde luego, podemos ser humillados. Solo nos separan unos cuantos genes, tenemos más pelo y quizá tengamos un sentido más desarrollado de la solidaridad. Estoy seguro de que, de aquí a poco tiempo, tendremos una Sociedad Protectora de Seres Humanos que prohibirá la amputación de parte del cerebro y a alguna que otra asociación que considere que tratarlos como seres vivos sin valor es una muestra de nuestra incivilización. Todo puede ocurrir en un planeta que siempre profiere alaridos de muerte…

5 comentarios:

Unknown dijo...

Excelente, tan actual. El hombre, su peor enemigo!

César Bardés dijo...

Por supuesto que sí. Hace verdad aquello de que el hombre es un lobo para el hombre, sólo que en esta ocasión son monos.

Anónimo dijo...

El Mono es un hombre para el Mono 🤔

Anónimo dijo...

Hola Cesar, simplemente quiero felicitarte y darte las gracias por tu trabajo. Te sigo en Twitter y cada post que publicas hace que quiera revisionar o descubrir esos clasicos de los que hablas. Enorabuena y in saludo!

César Bardés dijo...

Pues sí, como el hombre es un lobo para el hombre. Más o menos.
Al segundo anónimo: Muchas gracias. Las gracias os las debo dar yo a vosotros por leer lo que yo pueda publicar, aquí, en los diferentes medios o en Twitter. Y no me puedes dar mejor noticia de que quieras volver a ver diferentes películas porque el cine tiene mucho que rever, que descubrir y en lo que fijarse con sucesivos visionados. Tenemos mucha suerte de que haya existido en nuestra época.
Un saludo de vuelta y gracias de nuevo.