martes, 19 de diciembre de 2017

MATAR EL TIEMPO (2015), de Antonio Hernández

Un viaje para lo de siempre. Censar unas cuentas sospechosas porque ha habido filtraciones de que alguien estaba metiendo mano. Pura rutina. Lo malo es que la vida es de todo menos rutina. En casa dejas a una madre inválida, incapaz de hablar y es difícil encontrar a alguien que quiera cuidarla. Ni siquiera tu hija que solo piensa en que es mucho más importante acudir a fiestas donde la vulgaridad y la tontería son reinas del festival. Tu mujer falleció y no has sabido rellenar ese hueco. La vida es un libro de contabilidad. Y en este momento, hay muchas más partidas en el debe que en el haber.
Madrid ofrece muchas distracciones. Quizá el maldito ordenador sea una vía de escape y allí está Sara, una prostituta que parece sacada de un cuento. Es atractiva, inteligente, vivaz. Conciertas la cita y listo. Nadie te ve. Nadie te juzga. Una noche de amor para que el viaje tenga algo que merezca la pena. Ella es especial. Es una profesional que hace que sientas que eres el único hombre de la Tierra. Ella se va, pero se queda encerrada en tu pensamiento. Todavía hay muchos días por delante. Quizá la vuelvas a llamar. Hay que matar el tiempo de alguna manera.
Y de repente, ese ordenador que tienes en el hotel se convierte en una ventana indiscreta que comienza a mostrarte una terrible realidad que es totalmente ajena a tu vida. Tráfico de órganos, violencia, mutilación…Sara está en apuros y solo es una prostituta con la que has pasado un buen rato de una noche. ¿Seríamos capaces de ayudarla? No, no todos seríamos capaces. Los héroes ya no llevan capa ni espada, solo ordenadores y gafas. La turbiedad se adentra y sientes que no eres tan mala persona. Los acontecimientos se suceden. Tienes que pringarte, yanqui. Aquí, en cualquier barrio de la periferia de Madrid, las cosas no son como las imaginas. Tendrás que jugarte el pellejo por una persona a la que apenas conoces. Y deberás tirar de todo lo que sabes, de lo que te ha dado tu aburrido trabajo, para salir del atolladero que se va cerrando poco a poco con gotas de sangre y crueldad infinita. El escenario es pequeño, algo sórdido, algo incompleto y hay que tomar decisiones basándose en las reacciones de los demás. No es fácil cuando no tienes el más mínimo conocimiento de cómo son los demás. La noche se cierne sobre Madrid y habrá que mentir lo justo, jugar bien las cartas marcándose varios faroles seguidos. Cualquier buen jugador sabe que eso es muy arriesgado. La vida es riesgo. La contabilidad también. La mirada de ella bien vale tu cuello. La honestidad se queda. Los rivales cortan. Y estás a punto de saber lo que es el verdadero dolor.

Antonio Hernández dirigió con un pulso magnífico esta claustrofóbica historia sobre héroes cotidianos, encrucijadas del destino y suspenses dosificados. El trabajo de Esther Méndez y de Ben Temple es magnífico porque hacen que lo cotidiano se convierta en peligro y nos muestran lo temerario que es intentar matar el tiempo en una ciudad que odia al ser humano y engulle todo lo que no se quiere ver, como un monstruo insaciable y depredador. De alguna manera, todos llevamos a un héroe en nuestro interior, pero no todos somos capaces de sacarlo a pasear. Después de esto, la anormalidad en la vida nos parecerá un lago en calma alrededor de un corazón inquieto. Matemos el tiempo.

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