viernes, 16 de marzo de 2018

PAYBACK (1999), de Brian Helgeland

Setenta mil dólares es una cifra muy razonable para cobrar una deuda atrasada y que las cosas sean como deben ser. Porter puede ser un ladrón, pero no es un desalmado. Dieron el golpe y su mujer y su socio se quedaron con los ciento cuarenta mil dólares del botín mientras él se quedó atrás con unas cuantas balas en el cuerpo. Así que lo justo es que ahora reclame los setenta mil dólares que le pertenecen. Y si tiene que ir a su antiguo socio a reclamárselos, pues no hay mayor problema. Es una devolución de paga.
Porter sale de la cárcel, un sitio en el que aprendes a mantener la boca bien cerrada y los puños bien en guardia, sin nada. Solo con la ropa que lleva puesta, pero está claro que es un tipo que sabe moverse por las calles y no va a pasar demasiadas dificultades. El problema es que su antiguo y traidor socio ya no tiene el dinero. Lo dio a una organización para que pudiera entrar como accionista preferente en sus beneficios. La prostitución, el juego, las drogas son los objetos de esa organización y Porter, la verdad, ya no tiene nada que perder así que, con mucha educación, también se dirigirá a la mencionada organización para reclamar sus setenta mil dólares. Y negativa tras negativa, irá subiendo en el escalafón hasta que alguien tenga la bondad de devolverle lo que es suyo.
Todo esto suena muy frío. Parece un asunto de negocios. Pero Porter tiene algo más en su interior. Sabe que le falló a su esposa y que, por eso, ella terminó perdiendo el rumbo. Sabe que quiso amar y que nadie le dejó hacerlo. Sabe que era un profesional y que eso era importante y que, sin saber cómo, pagó un precio enorme por ser el mejor. Tanto es así que, cuando su nombre ya no suena a nadie, cuando es solo un desconocido recién salido de la cárcel, nadie se sorprende de que un tal Porter trate de conseguir la ridícula cantidad de setenta mil dólares. Hoy en día, cualquier desgraciado que sale de la cárcel se cree con derecho de ir al lugar donde está el dinero y meter las manos. Habrá que cortárselas.
Casi lo consiguen. Porter renacerá de nuevo. Y es un tipo del que no hay que fiarse demasiado porque, al fin y al cabo, va a recuperar los setenta mil dólares caiga quien caiga. E, incluso, es posible que se lleve algo de propina. Los demás, también.

Sorprendente y muy aceptable versión de A quemarropa, de John Boorman, Payback nos dibuja al mítico Parker de Donald Westlake (aquí rebautizado como Porter) con su mirada amarga y su particular sentido de la justicia con un matiz interesante y atrayente. Una película que, en su momento, pasó desapercibida y que, tal vez, merecería una segunda opinión más pausada. Tanto es así que Mel Gibson compone al personaje con cierto cariño, dejando entrever que, debajo de esa piel endurecida por la violencia desbocada, también hay un hombre que quiere retomar su vida exactamente en el mismo punto en el que la dejó.

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